Atención Primaria

La Paradoja de la Atención Primaria

Analogía del Cuento de Los tres Cerditos y la Atención Primaria

Esto no es un Cuento

El lobo, el históricamente repudiado lobo feroz, no tenía más armas que su instinto, voraz sin dudas, pero comprensible dada su naturaleza, previsible y superable con las medidas necesarias.

He aquí la historia de los tres cerditos que trabajaban en distintos niveles de la sanidad, sometidos a diferentes condiciones laborales debido a unas circunstancias particulares que les tocó vivir. Todas y cada una de sus acciones estaban entrelazadas e influenciaban en el funcionamiento de los demás niveles de trabajo.

El cuanto al cerdito de la atención primaria, todo se sucedía en el barrio. Curando heridas, controlando pacientes de riesgo, visitando pacientes totalmente dependientes en sus hogares, realizando charlas, además de otras funciones. Tenía mucho trabajo y no paraba de quejarse de que no alcanzaba el despliegue realizado para poder abarcar y satisfacer las amplias necesidades de la comunidad, ya sea por tiempo, por escasos recursos, por falta de personal o por la la planificación defectuosa de los objetivos locales referidos en términos de salud. Además, tenía un máster de enfermería de quirófano que le había dado puntos (como si de un videojuego se tratase) pero que poco le había servido para conseguir un puesto más específico acorde a sus preferencias. La atención primaria le gustaba, sobre todo al educar, pero para él no había nada como trabajar en el quirófano.

Tenía una amiga, compañera de la facultad, que trabajaba en el servicio de radiología en el hospital de referencia. Sabía que no era lo que más le gustaba, pero estaba contenta con lo que hacía. Era conocida la gran presión laboral que tenía, debido a la gran cantidad de pruebas que tenía que realizar al día, muchas de ellas vitales, otras importantes, y otras tantas que podrían haberse evitado. Pero lo que más le molestaba sin dudas era tener que aguantar que la gente se le quejara -como si de ella dependiese generar la citas-, del gran tiempo de espera que tenían que soportar, aún siendo pruebas de gran importancia. Entendía que el paciente se quejara ante ella, porque como se sabe, el equipo de enfermería es de los que más en contacto está con el paciente, y uno de los que más tiende a empatizar por ese mismo motivo, por la propia cercanía física. Lo que no podía creer era que no se le encontrara una solución a ese acúmulo en el retraso de las esperas, además de buscar el orígen de tantas peticiones; algo tenía que haber como agente causal, pensaba.

La tercera, y no menos importante, era la cerdita que trabajaba en hospitalización. También compañera de facultad de los otros dos cerditos, transcurrió sus primeros años alternando pequeños contratos con una variedad de servicios tantos como contratos tuvo, hasta que acabó consiguiendo una interinidad en el área de hospitalización de urología, especialidad que le gustaba y de la que disfrutaba. Siempre les recordaba a sus compañeros y amigos lo mucho que tuvo que estudiar a lo largo de toda su carrera profesional, ya que cada vez que cambiaba de contrato, cambiaba de especialidad, y no es lo mismo una pielonefritis que un hemotórax, una pericarditis o una fractura de cadera. Quizás era la más positiva de los tres, y se tomaba todo lo vivido como algo positivo, ya que finalmente esto le aportó conocimientos que en un sólo servicio no habría adquirido, además de hacerla versátil en sus funciones. Pero ningún proceso divino le devolvería la gran cantidad de noches en vilo, ni esas varices que comenzaban a dejarse ver. También era consciente de ello, y de que de haber variado menos, se habría podido especializar más tranquilamente en lo que realmente le interesaba.

Atención Primaria

Reunión Cervecera

De vez en cuando, y cada vez menos, los tres quedaban con algún colega más a tomarse una cerveza en la ciudad que los vio nacer como profesionales; arreglaban el mundo, se reían un poco de sí mismos, se ensañaban con alguno de los presentes, y listo. Todos felices y calentitos para casa. Pero no fue tal cosa esta última vez que se vieron. De entrada, al estar todos con sus bebidas en mano, la cerdita de hospitalización contó lo mal que lo pasó esa mañana con un paciente con hemorragia digestiva que tuvo que atender en Urología; más allá de lo sucedido, se quejó por primera vez delante de los demás, que no entendía por qué estaba tan saturado el hospital, al punto que se tuvo que llegar a recolocar a pacientes en servicios que no les correspondía. Era verano, no había ningún brote de nada, y esas dos alas cerradas frente a Urología eran más fuertes que ella. Esa noche explotó.

Nunca antes habían visto así a la cerdita intrahospitalaria, ni siquiera en épocas de examen. El cerdito de atención primaria, en pareja con una cerdita enfermera, conocía los pormenores de esas alas cerradas, ya que su pareja había trabajado en una de ellas semanas atrás; al habérsele cerrado el contrato con el verano ya iniciado, poca cosa le quedaba más que apuntarse en el paro y esperar a la siguiente firma del famoso “obra y servicio”. Él, condescendiente, no tuvo más acertada respuesta que decirle que muchos años había aguantado sin decir nada, y que le comprendía con conocimiento de causa. La cerdita de radiología, en cambio, intentando romper el hielo le dijo que no se preocupara, y que toda la responsabilidad caía de lleno en el cerdito de primaria.

Justo en el instante en el que el cerdito de atención primaria creía que era su turno nocturno de recibir una vez más las bromas del estilo de “los de primaria son los campeones del mundo jugando al solitario”, o “los de primaria le tienen miedo a la noche”, vio la expresión seria, centrada, de su gran amiga la cerdita de atención secundaria. No sabía si reír, ponerse serio, o tocar la flauta.

La Clave está en la Atención Primaria

Fácil se lo puso la cerdita de atención secundaria; con violín en mano, expuso con contundencia que todo era una cadena, y que el primer eslabón estaba en el barrio, en las casas y en la escuela. Si eso fallaba, a los demás no les quedaba más remedio que aguantar las embestidas de sus consecuencias. En una situación así, la atención secundaria no tiene más remedio que ponerse a sobrecargar los centros de salud, los laboratorios, los servicios de radiología, entre otros, para poder suplir como humanamente se puede las carencias de una atención temprana defectuosa. Luego, como su funcionamiento termina sobresaturado, no tiene más opciones que recurrir a la casa de ladrillos antilobos que es el hospital. Cuando ya es tarde, y una enfermedad no se ha podido prevenir ni detectar a tiempo, entra en juego la labor a contrarreloj de la atención terciaria, o lo que es un claro ejemplo, nuestra estimada cerdita de hospitalización, que no sólo tiene que saber de su especialidad, sino de muchas de la otras, porque además, el desarrollo actual de su profesión no le permite especializarse en lo que debe o quiere. Es como imaginarse a un traumatólogo en una biblioteca estudiando cómo se coloca un catéter doble jota, salvando las distancias.

En líneas generales, lo que venía a decir era que cuando el lobo soplaba con fuerza, las atenciones primaria y secundaria salían a correr bajo el cobijo de la atención terciaria, que tiende al mayor despliegue de medios para solucionar sus problemas lo antes posible con fármacos, pruebas complementarias, intervenciones quirúrgicas, y un largo etcétera que a medida que transcurre en el tiempo se hace más caro y menos efectivo.

Esto es directamente proporcional a su viabilidad, dijo la cerdita de atención terciaria. Si nuestras casas son endebles, tendremos que terminar atendiendo hasta al lobo.

Tras un trago largo y final, la mirada de los tres amigos fue esclarecedora, concordante; y aunque el desánimo había menguado, faltaba lo más importante, tomar decisiones.

El Piano, el Violín y la Flauta

Por primera vez en mucho tiempo los tres cerditos tuvieron la suerte de coincidir en una causa común; supieron comprender que sus problemas afectaban a los de los demás y que debían tomar cartas en el asunto. Comprendían al mismo tiempo que la probabilidad de éxito no jugaba de su lado ni por asomo, pero la melodía comenzaba a sentirse armoniosa, acompasada.

No podían permitirse el lujo de finalizar la conversa en una simple pelea por pagar la cuenta y acordaron, desde esa noche, no temerle nunca más al lobo feroz. Tuvieron por primera vez, la certeza de que al menos tres mentalidades estaban evolucionando, y que se haría exponencial, educando a los demás congéneres, incitándoles a pensar en ello.

Fin de la analogía. Comienzo de la realidad.

Reflexión Personal

Entonces yo, Carlos Antonio Espósito Barreiro, como ser humano, enfermero y paciente que soy de los servicios públicos de salud, me pregunto lo siguiente: ¿Por qué no se hace nada para mejorar o redistribuir el gasto en atención primaria? Las posibles respuestas las conocemos todos.

No lo digo yo, lo dice la ciencia:

Publicado por Carlos

Padre de dos pequeños seres maravillosos. Fisioterapeuta especializado en Terapia Manual, enamorado del Método McKenzie. Enfermero durante más de 15 años, entregando el corazón y las manos en Palma de Mallorca.

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