Llevo diez minutos con la lanceta en la mano y no hay caso. O mejor dicho, no hay valor. Es la primera vez en mi vida que me voy a medir el nivel de azúcar en sangre, y a este ritmo creo que me voy a morir de una hipoglucemia. No sé cómo hacían en la antigüedad -veinte años atrás- cuando tenían que pincharse con unas lancetas de metal. Las de ahora son una risa; apretás un botoncito y chau, se dispara el pinchacito y casi ni lo sentís. Aún así, no me animo.
13
Ene
2015